miércoles, septiembre 18, 2024
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Daniel J. Drucker, padre del fármaco Ozempic: “Nadie juzga a un enfermo de cáncer, pero sí a las personas con obesidad. Es injusto”

Daniel J. Drucker, creador de Ozempic y Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica 2024 (University of Toronto)
Daniel J. Drucker, creador de Ozempic y Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica 2024. (University of Toronto)

Al mismo tiempo que una serie de acontecimientos históricos marcaba el fin de la Guerra Fría, en los laboratorios de la ciudad canadiense de Toronto se fraguaba lentamente el nacimiento de un medicamento que, años después, se convertiría en un punto de inflexión para la medicina de nuestro tiempo. La investigación del endocrinólogo Daniel J. Drucker iniciada en 1984 derivaría décadas después en la creación de Ozempic, el fármaco que promete acabar con la “enfermedad del siglo XXI”: la obesidad.

Drucker (Montreal, 1956), graduado en Medicina hacía apenas cuatro años, no fue el único que inició la carrera hacia el desarrollo de la semaglutida, el principio activo de Ozempic. Científicos de Boston y Copenhague también se embarcaron en estos estudios una vez que se encontraron secuencias adicionales en el ADN nunca antes vistas. Se trataba del péptido similar al glucagón tipo 1 (GLP-1), una hormona intestinal que estimulaba la secreción de insulina por parte del páncreas.

La otra gran sorpresa llegó cuando se descubrió que GLP-1 reprimía la ingesta de comida en ratones y ratas. “Desde el descubrimiento de la hormona y su aplicación en los medicamentos, han sido necesarios más de 20 años años de investigación”, asegura Drucker en una entrevista con Infobae España. Su labor y la de sus compañeros (Jeffrey M. Friedman, Joel F. Habener, Jens Juul Holst y Svetlana Mojsov) les ha llevado al reconocimiento internacional con numerosos galardones, como el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica 2024.

Ozempic, que fue creado en primeras instancias para el tratamiento de la diabetes, ha demostrado su eficacia para ayudar a perder peso de forma drástica, desatando una fiebre por el medicamento, que arrasa en el mercado negro. En España, Sanidad solo lo financia para los diabéticos: cuatro dosis por poco más de cuatro euros. En cambio, las personas con obesidad pagan por el mismo producto casi un 190% más: 130 euros.

Cajas de Ozempic y Wegovy en una farmacia de Londres. (Hollie Adams/Reuters)
Cajas de Ozempic y Wegovy en una farmacia de Londres. (Hollie Adams/Reuters) (Hollie Adams/)

Estos precios no han desalentado a los usuarios, pues el pasado abril la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) anunció que se habían detectado farmacias que vendían Ozempic sin receta médica y que se tomarían medidas contra ellas. De hecho, la compra masiva del fármaco ha generado un desabastecimiento para los pacientes de diabetes tipo 2. El fabricante, la farmacéutica danesa Novo Nordisk, anunció así que en mayo se iniciaría la comercialización de Wegovy, otro medicamento con el mismo principio activo que Ozempic y que está específicamente indicado para la obesidad. En España, más de la mitad de los adultos y un tercio de los niños sufren exceso de peso.

Pero, ¿cómo funciona realmente la semaglutida, el principio activo de estos revolucionarios fármacos creados a partir del GLP-1? Según Drucker, el proceso es bastante simple: le dice al cerebro que ya no tiene hambre. “Para el control de la glucosa o la diabetes, le dice al páncreas que produzca más insulina y menos glucagón, además de reducir la velocidad a la que los alimentos pasan por el intestino. Todas esas acciones juntas le comunican al cerebro que ya no tiene hambre”, explica.

Los pacientes con obesidad casi siempre están hambrientos y nunca se sienten completamente saciados; una especie de impulso fisiológico que no pueden controlar, como no podemos controlar la velocidad a la que viaja nuestra sangre o el latido del corazón. “Cuando toman estos medicamentos, el cerebro recibe una señal que les dice que ya están bien y que no necesitan comer más”, cuenta el científico.

Tratar la obesidad, algo más complejo que comer menos

La inyección semanal de Ozempic es capaz de lograr una pérdida de peso del 15% en sus usuarios en un breve periodo de tiempo. Así, su efectividad no ha pasado desapercibida en las altas esferas, tengan o no obesidad. Este medicamento ha sido rebautizado como la “droga de Hollywood”, pues solo hace falta echar un vistazo rápido por las redes sociales para encontrar miles de publicaciones afiladas como dedos acusadores contra celebridades que han adelgazado notablemente en los últimos tiempos.

Para el padre de Ozempic, sin embargo, criticar a las personas que se sirven de fármacos para tratar su obesidad es “muy injusto”. “Nadie juzga a un enfermo de cáncer, pero sí a las personas obesas. Mucha gente no entiende por qué hay personas que siempre tienen hambre y no pueden dejar de comer. Creen que es por falta de voluntad o por un carácter que no es lo suficientemente fuerte, porque caen en una tentación. Es muy fácil criticar cuando no saben que los cerebros de las personas con obesidad están conectados de manera diferente y que existe un fuerte componente genético”, expone el canadiense a este medio. “Nadie pretende ser experto en esclerosis múltiple o lupus, pero tenemos millones de expertos en el control del peso corporal”, ironiza.

Tratar la obesidad no es tan simple como comer menos. Entender esto es la clave para que tanto los profesionales de la salud como el resto de la sociedad reconozcan esta afección como una enfermedad. Solo de esta manera podríamos extirpar la culpa que recae sobre las personas obesas, ya que parte del desafío consiste en ayudar a estos pacientes a superar el estigma.

Este estigma no solo alcanza a la enfermedad, sino también al propio tratamiento. “La gente siempre pregunta: ‘¿Por qué es necesario tomar estos medicamentos durante uno o dos años? ¿No puedes simplemente tomarlo unos meses, perder algo de peso y mantenerte?’ Pero nadie jamás diría: ‘¿Por qué es necesario tratar el cáncer durante cinco años o por qué tomas una pastilla para la hipertensión todos los días?’”, se lamenta Drucker. Todo ello responde a una “tremenda falta de voluntad para admitir que la obesidad es un trastorno metabólico crónico”.

‘Bebés Ozempic’: qué hay detrás del aumento de la fertilidad

La popularización de Ozempic y otros medicamentos cuyo principio activo es la semaglutida, como Wegovy o Mounjaro, ha destapado una red de efectos secundarios observables a medio y largo plazo. Uno de los más controvertidos ha sido la denuncia de cientos de mujeres usuarias de Ozempic de haber tenido embarazos no deseados, los conocidos como ‘bebés Ozempic’.

Ante la controversia, la compañía Novo Nordisk ha reconocido que no se hicieron pruebas de la semaglutida en mujeres embarazadas o con intención de estarlo durante los ensayos clínicos. En el propio prospecto del fármaco, recomiendan no consumirlo “durante el periodo de lactancia, pues se desconoce si pasa a la leche materna”. Tampoco se menciona ninguna afectación a la fertilidad.

Puesto que la obesidad suele ser un obstáculo para quedarse embarazada -muchas mujeres obesas también sufren del síndrome de ovario poliquístico que les impide la ovulación-, Drucker apunta a que la pérdida de peso provocada por Ozempic puede ser la causante de ese incremento de la fertilidad. “Para algunas mujeres es una alegría, porque querían quedarse embarazadas y no podían. Para otras, quizás sea un shock porque no querían estarlo”, opina el endocrinólogo.

Por tanto, el incremento de la fertilidad se debe probablemente a haber adelgazado unos kilos y no al fármaco en sí, según su punto de vista: “La pérdida de peso mejora la ovulación y la posibilidad de embarazo, y así se lo tenemos que decir a las mujeres que acuden a nosotros entre los 14 y los 50 años”.

Ecografía de una mujer embarazada (Shutterstock)
Ecografía de una mujer embarazada. (Shutterstock España)

La verdadera relación entre Ozempic y los pensamientos suicidas

En julio de 2023, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos iniciaron una investigación en torno a un posible vínculo entre el consumo de Ozempic y el empeoramiento de la salud mental, hasta el punto de desarrollar pensamientos suicidas. Las alarmas saltaron cuando las autoridades de Islandia exigieron la revisión del popular fármaco tras la autolesión de tres pacientes.

La preocupación en torno a los verdaderos efectos de la semaglutida en la salud mental tiene antecedentes. Acomplia, cuyo principio activo es el rimonabant, fue un medicamento superventas diseñado en 2006 por la compañía francesa Sanofi-Aventis con el mismo objetivo que Ozempic: ayudar a las personas con obesidad a adelgazar, junto con dieta y ejercicio. Solo dos años después de su lanzamiento al mercado, la EMA ordenó la retirada inmediata y el cese de la comercialización de Acomplia tras registrarse casos de graves trastornos psiquiátricos, depresión y pensamientos suicidas (algunos de ellos llevados a cabo).

Ahora, los últimos estudios promovidos por la EMA y la FDA a raíz de la denuncia de Islandia descartan que la semaglutida aumente el riesgo de depresión o de comportamiento suicida. La investigación, liderada por la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos) y publicado en la JAMA Internal Medicine, ha obtenido estos resultados favorables a Ozempic tras analizar los datos de más de 3.500 participantes de cuatro ensayos clínicos.

El paciente siempre tiene la razón

Numerosas investigaciones han documentado que las personas con obesidad sufren una tasa más alta de condiciones neuropsiquiátricas. Para Drucker, si bien es cierto que algunas personas después de tomar Ozempic han perdido no solo el apetito, sino también la motivación o el entusiasmo, “los estudios con medio millón de personas obesas muestran que el beneficio es mucho mayor que el riesgo”. Incluso es posible que se dé una “disminución del riesgo de suicidio”, afirma, aunque todavía son necesarias más investigaciones a largo plazo.

No obstante, el endocrinólogo canadiense aboga por “respetar siempre a la persona, sin importar las conclusiones de los grandes estudios”. “Si un paciente me dice ‘doctor Drucker, desde que empecé a tomar este medicamento estoy deprimido y me siento fatal’, tenemos que creer a esa persona y decirle que es posible que ese tratamiento no sea para él”, concluye.

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