jueves, septiembre 19, 2024
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Icíar Bollaín, directora: «Quería que el espectador sintiera ese acoso, el viaje que hace Nevenka»

Cuando en el año 2001 estalló el caso Nevenka, Icíar Bollaín (Madrid, 1967) acababa de ser madre por primera vez. “Estaba un poco a por uvas”, recuerda. Por eso, en un primer momento, la directora madrileña no siguió el escándalo desatado en Ponferrada cuando la joven concejala Nevenka Fernández denunció al alcalde de la ciudad, Ismael Álvarez, por el acoso sexual al que la había sometido durante su breve etapa en el ayuntamiento. Fue más tarde, a raíz de una columna de Juan José Millás en El País y el posterior libro del escritor sobre el tema, cuando pudo conocer bien aquella historia que hizo sonrojar a una España que de repente se dio de bruces con un machismo estructural y sin complejos arraigado con fuerza, y que se pudo ver claramente en el apoyo a Álvarez por parte de muchos de sus vecinos o en la actitud de sectores importantes del periodismo, la política o la judicatura.

Veinte años después de aquello, Bollaín estrenaba en 2021 su película Maixabel, sobre la relación de una víctima de ETA con uno de los asesinos de su marido, casi al mismo tiempo que Netflix lanzaba el documental Nevenka, producido por Newtral. Ambos títulos ilustraban la fuerza que puede tener el audiovisual, trabajado con tiempo y perspectiva, para adentrarse en asuntos de la realidad sociopolítica y la historia de un país, algo que siempre se le ha dado bien a Bollaín. Fueron los productores de aquella película, Koldo Zuazua y Juan Moreno, quienes propusieron a la directora que su siguiente proyecto fuese precisamente ese, el de llevar al cine la historia de acoso a la concejala ponferradina.

No se lo pensó demasiado. A pesar de que aquel caso había llenado páginas de periódicos y miles de minutos de televisión en su momento, y de que había vuelto a revivir con un documental del que todo el mundo hablaba dos décadas después, tuvo claro que abordarlo desde el territorio de la ficción ofrecería una nueva perspectiva. “Quería ayudar a que el espectador sintiera ese acoso, ese viaje que hace Nevenka. Esa especie de terror psicológico en el que se va encontrando: puedes meter al espectador ahí y después sacarle, porque ella sale, y el público con ella. Ese viaje hacia la dignidad también lo hace el espectador: nos emocionamos con ella cuando su madre dice: ‘estamos contigo’. Eso es lo que aporta la ficción, entrar en esa tesitura”.

De primera mano

Cuando la directora y su equipo, en particular su coguionista Isa Campo (con la que también coescribió Maixabel), se pusieron a trabajar en la película, no se conformaron con la ingente información que ya había disponible, sino que optaron por volver sobre las fuentes y hablaron interminables horas con Nevenka, con su abogado, con su psicoanalista y con su marido. También estuvieron en Ponferrada, donde pudieron escuchar a sus conocidos, a gente que la trató en el Ayuntamiento, a constructores y periodistas locales. Querían adentrarse de primera mano en una historia “muy potente, porque estamos hablando constantemente de acoso, pero no sé yo si acabamos de saber qué pasa ahí, qué pasa dentro de un acoso».

Dice también que en aquella historia «estábamos todos retratados, no solo Ponferrada”, pero en la ciudad leonesa hay quien todavía prefiere hacer como si aquello no hubiera sucedido. La película no se pudo rodar en el lugar donde ocurrió todo. «Fuimos allí, pedimos permiso y obtuvimos un silencio administrativo», cuenta. Al final los interiores se rodaron en Bilbao y los exteriores en Zamora. Aquel silencio se puede explicar porque en el ayuntamiento, que también hoy gobierna el PP, el partido de Ismael y Nevenka, sigue habiendo gente del gobierno de entonces. Álvarez, además, sigue teniendo un apoyo notable: cuando el año pasado presentó un libro en el que defiende que todo el caso fue una conspiración contra él, la prensa local habló de 400 asistentes abarrotando un acto en el que el periodista Arcadi Espada hizo de maestro de ceremonias. Más allá de afinidades o ideologías, son muchos los ponferradinos que temen el posible estigma para su ciudad, como algunos de los que le ayudaron a preparar la película pero que después le decían que preferirían que no se hiciera. Bollaín les respondía siempre lo mismo: «Nevenka también es de Ponferrada, y es una mujer con una valentía enorme».

Mireia Oriol y Urko Olazábal en la escena del juicio de 'Soy Nevenka'.

Mireia Oriol y Urko Olazábal en la escena del juicio de ‘Soy Nevenka’. / David Herranz

La Nevenka a la que vemos en pantalla tiene los rasgos, y en particular las ojeras, de la joven actriz Mireia Oriol (Argentona, Barcelona, 1996), a la que hasta ahora hemos visto en trabajos más destacados en televisión (protagonizó en Netflix la serie Alma) que en cine. Cuando se enroló en el proyecto, Oriol tenía casi la misma edad que Nevenka cuando sucedió todo. En 2001, en cambio, apenas tenía cinco años, así que la historia la conoció cuando su representante le hizo llegar el proyecto. Se puso el documental para saber de qué se trataba, y enseguida reconoció algo familiar en aquella historia. “A pesar de no haber vivido nada tan grave como lo que vivió ella, comprendía muy bien qué es lo que le había pasado a esa mujer. El casting fue largo, hice cuatro o cinco pruebas a lo largo de meses, y en medio del proceso le envié una carta a Icíar contándole la necesidad que tenía de contar esta historia, porque de alguna manera me apelaba muchísimo. Es un tema que, tristemente, forma parte de nuestra identidad: el miedo a ser violadas, a ser acosadas, es algo inherente a nosotras”.

Una joven empoderada

Nevenka Fernández, la real, participó en el proyecto desde el principio, ayudando en el guión y trabajando con los actores. “En ningún momento se me ocurrió hacer la película si ella no daba su visto bueno”, explica Bollaín. Dice que el resultado le ha emocionado y que estará en su estreno en el Festival de San Sebastián porque «es parte del equipo».

Después de trabajar en profundidad el personaje, y a pesar de la imagen de dolor y de cierta fragilidad que transmitió en la rueda de prensa que ofreció la concejala cuando destapó el caso y denunció al alcalde, Bollaín dice que «hablando con muchas personas que la conocieron, nos dimos cuenta de que Nevenka era una mujer joven que pisaba muy fuerte: había estudiado en Madrid, llevaba ya seis años aquí, había acabado la carrera con brillantez y entrado en Arthur Andersen… Tú tienes la imagen de alguien que casi es víctima desde el principio, pero para nada era así. Era una chica con fuerza y con mucho peso que se encontró en una situación que no esperaba, porque ella veía a Ismael como una figura de respeto y como un amigo, posiblemente con cierta ingenuidad. Una mujer con un sentido de la dignidad enorme, porque otra gente habría hecho lo que le aconsejaban a ella: ‘márchate y ya está’. Pues no. Y lo que hizo es algo, desde mi punto de vista, muy épico».

A Ismael Álvarez, el alcalde acosador, le da vida en la película Urko Olazábal (Bilbao, 1978), que ya se hizo con un Goya al mejor actor secundario por interpretar a un arrepentido de ETA a las órdenes de Bollaín en Maixabel. Olazábal dibuja muy bien un personaje que es a la vez un arquetipo reconocible, el de un hombre poderoso hecho a sí mismo que se cree omnipotente e intocable, pero que a la vez tiene una personalidad y un carisma que le convierten en «un gran seductor», según la directora. «Hemos querido que Ismael fuera una persona real -explica Olazábal-. No hemos querido hacer ninguna copia. Por ejemplo: no hemos ido a los vídeos para imitar su forma de hablar, ni su forma de moverse… Hemos huido de todo eso porque queríamos hacer un personaje muchísimo más universal, que fuera poliédrico y al que tanto mujeres como hombres pudieran identificar». Al actor le tocó hacer deberes para conseguirlo: se empolló algunos manuales de psicología y acudió a los libros de la psiquiatra y psicoanalista francesa Marie-France Irigoyen sobre acoso y maltrato psicológico.

Nevenka (Mireia Oriol), acompañada por su abogado (Font García), durante la rueda de prensa en la que destapó el acoso que había sufrido

Nevenka (Mireia Oriol), acompañada por su abogado (Font García), durante la rueda de prensa en la que destapó el acoso que había sufrido / David Herranz

Olazábal admite que, trabajando su personaje, ha reconocido cosas en Ismael que siguen estando muy presentes en la masculinidad actual. «Los comportamientos que tiene el personaje en la película son comportamientos generales. No todo el mundo llega hasta esos extremos, pero hay matices que se identifican perfectamente con rasgos de la masculinidad tal y como se sigue entendiendo en esta sociedad. Yo lo he visto en algunos de mis comportamientos, como los he visto en otras personas. Hay muchas cosas que hay que cambiar, más de las que creemos», sostiene.

Recrear una historia de acoso como la que interpretan Mireia y Urko, con escenas muy desagradables, no resultó fácil. La actriz reconoce que pasó por momentos muy complicados durante el rodaje en los que siempre tuvo el apoyo de Bollaín. Pero también cuenta que, a mitad del proyecto, aprendió qué era eso de entrar y salir del personaje. Lo de «hacer un parón para echarse una lloradita y después seguir«. Olazábal, por su parte, dice que ha tenido que «dejar la empatía a un lado para hacer esas cosas tan desagradables que mi personaje le hace al personaje de Mireia. Si en momentos así uno no pone un poco de distancia, puede enloquecer». El final del rodaje, a pesar de esos esfuerzos, no les dejó exhaustos, sino más bien al contrario. «Yo terminé pletórica, renacida como el Ave Fénix. Feliz de lo que había dado por este proyecto», dice Mireia Oriol.

Hay una pregunta común para los tres: ¿es la España actual la misma que vivió como vivió el caso Nevenka, o hemos cambiado? «Yo creo que sigue habiendo muchos Ismaeles, pero la conciencia social es otra, y ahora el posicionamiento del entorno y de la opinión pública es mucho más firme hacia la víctima«, responde Oriol. «Lo vimos con Jenny Hermoso o lo estamos viendo estos días con la mujer francesa [el caso de Giséle Pelicot, la mujer violada por decenas de hombres con el consentimiento de su marido]». A Olazábal le preocupa ver hoy en día a mucho joven reaccionario que se rebela contra el feminismo haciendo apología del machismo. Bollaín, en cambio, es algo más optimista con las nuevas generaciones. «Tienen mucho más claras las líneas. Quizá haya jóvenes que no, pero creo que con el consentimiento hay una percepción más clara de lo que se puede y lo que no. Eso no quiere decir que no siga habiendo acoso, por supuesto». Lo que está claro es que las cosas tampoco han cambiado tanto como querríamos: Nevenka nunca encontró trabajo en Ponferrada ni ha podido volver a vivir allí, hace años que se instaló fuera de España. Su acosador en cambio, como hemos visto, todavía es recibido con honores.

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