sábado, septiembre 21, 2024
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La imagen de dos duros del chavismo en la Embajada española de Caracas coloca a Albares en el ojo del huracán

La salida de Edmundo González de Venezuela ha puesto al ministro de Exteriores, José Manuel Albares, en el ojo de un huracán político y mediático que dura casi dos semanas. Le han acusado a la vez de fomentar un golpe de Estado contra el Gobierno de Nicolás Maduro y a favor de Nicolás Maduro. El líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, ha pedido su dimisión. Las aguas se han calmado desde que saliera en su defensa el propio Edmundo González, que niega haber sido coaccionado por España y asegura que nuestro país debe tener un país negociador para que Nicolás Maduro acepte su derrota. Esta es la crónica de 12 días trepidantes para la diplomacia española y su jefe, el ministro Albares.

Pero primero, un salto atrás en el tiempo. Porque la historia política entre Venezuela y España se repite a sí misma de forma pasmosa. En mayo de 2017, el prisionero político Leopoldo López cumplía condena en la cárcel de Ramo Verde, acusado de instigar protestas contra el Gobierno de Nicolás Maduro. Un día fueron a visitarlo tres personas: el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez, dos de los miembros más duros del régimen madurista. Le coaccionaron, según su propio testimonio a este diario. Él grabó un vídeo tras la reunión, para garantizar a los suyos que no le habían comprado y que seguía apoyando las protestas en las calles, pese a llevar tres años en prisión. El Gobierno respondió irritado a las imágenes: le metieron 45 días en una celda de aislamiento, totalmente incomunicado. Tras escapar de un posterior arresto domiciliario, López se refugiaría en la residencia del embajador español en Caracas, entonces Jesús Silva, durante año y medio, hasta que fue exfiltrado hacia España, donde ahora vive asilado.

Siete años después, la situación de Venezuela ha empeorado en todos los sentidos. 7,7 millones de venezolanos se han visto forzados a escapar. Pero hay algo que sigue igual: el Gobierno de Nicolás Maduro ejerce una fuerte represión contra los opositores políticos. 

El más importante ahora, el candidato a presidente Edmundo González, como Leopoldo López, ha tenido que pedir salir de su país y venir a España, tras haberse refugiado también en la residencia del embajador en Venezuela, ahora Ramón Santos. Igual que López, estaba acusado de graves delitos y tenía por delante un previsible calvario carcelario, insoportable a sus 75 años de edad. A González fueron a verle las mismas personas que a González, y para coaccionarlo: los hermanos Rodríguez, que ahora son ya dos de los más importantes miembros de la cúpula chavista, su núcleo duro; ella es vicepresidenta del Ejecutivo y él, presidente de la Asamblea Nacional Venezolana. 

En esta ocasión no ha estado presente físicamente Zapatero, que se sepa. Se desconoce si ha tenido algún tipo de papel como muñidor del acuerdo de salida de González. Él tiene muy buenas relaciones con el Gobierno de Maduro, y conoce bien desde hace muchos años a Delcy y Jorge Rodríguez. Ha estado involucrado antes en operaciones para sacar a represaliados: por ejemplo, la del propio Leopoldo López. 

Una salida plagada de incógnitas

La reconstrucción del periplo de Edmundo González hasta España ayuda a comprender lo ocurrido y expone las lagunas en el relato oficial. 

Diplomático de 75 años, se convirtió en candidato a presidente por una carambola. La justicia, controlada por el Gobierno, inhabilitó primero a la popular María Corina Machado, que había conseguido unificar a la oposición al chavismo en la Plataforma Unitaria Democrática. Y luego impidió la inscripción de su sustituta, Corina Yoris, para las elecciones. Edmundo González se convirtió por accidente en el tercer plato. Era un hombre alejado de la primera línea política, pero ganó por siete millones de votos contra los tres de Nicolás Maduro, según las actas (los registros del voto) que ha publicado la oposición y que no han sido contradichas con actas propias del chavismo. 

Poco después de las elecciones del 28 de julio, González decidió pedir refugio en la Embajada de Países Bajos. Allí pasó el mes de agosto, pero pidió salir. “A principios de septiembre, Edmundo González indicó que quería abandonar la residencia y el país”, informó el 8 de septiembre el ministro neerlandés de Exteriores, Casper Veldkamp. “Indicó que quería irse y continuar su lucha desde España”. Ya sabía cuando salió que se iba del país. Recorrió el kilómetro y medio que lo separaba de la Embajada de España y, de ahí, fue a la residencia del embajador, Ramón Santos. 

Foto de la polémica

Desde su llegada a la misión española y antes de su salida hacia Madrid el 8 de septiembre, en la residencia del embajador Ramón Santos ocurrieron muchas cosas. Se produjo al menos un encuentro entre Delcy y Jorge Rodríguez, Edmundo González, el embajador Ramón Santos y una quinta persona, que fue la que tomó las fotos de la polémica. 

Hay dos instantáneas. Una, la que encabeza este texto, frente a un cuadro, con González firmando un documento, cerviz inclinada, bajo la atenta mirada de los dos chavistas y del jefe de misión español, con una característica camisa blanca de lino con capucha. En la otra solo se ve a los tres venezolanos con el jardín de la embajada de fondo. También se aprecia el documento grapado de varias hojas, ese en el que se compromete González a acatar la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, controlado por el chavismo, que daba ganador sin pruebas a Nicolás Maduro. Fue duro, dice el opositor: “Hubo horas muy tensas de coacción, chantaje y presiones”, describió después.

El ministro de Exteriores rechaza dar muchos detalles de cómo fue el proceso de exfiltración y hasta dónde se vio involucrado el embajador español. Dice que solo realizó operaciones técnicas, no políticas. Se escuda en que es Edmundo González el único legitimado para hablar de su periplo, porque todo ha sido decisión suya y del régimen. 

Pero hay muchas cuestiones que afectan solo a las decisiones que tomó la diplomacia española (representada allí por el embajador Ramón Santos) y el propio ministro, José Manuel Albares. Que solo atañen al Ministerio y la Embajada. 

Entre otras: ¿estuvo presente el embajador Santos en esas “horas tensas de negociación”, o solo durante la firma? ¿Conocía el embajador el texto que obligaron a firmar a González? ¿Quién hizo las fotos del momento, que debía ser confidencial? ¿Por qué las permitió la seguridad de la Embajada? El hecho de que saliera de la Embajada de Países Bajos hacia la de España, ¿se debe a que los neerlandeses no querían permitir la entrada de Delcy y Jorge Rodríguez para amedrentar a González? ¿Les dejó el embajador Santos pasar, a petición de González, sin saber siquiera qué iban a hacer? ¿O conocía de antemano que iban a obligarlo a firmar una suerte de confesión, un reconocimiento tácito de la victoria de Maduro en la que no creía, para poder salir del país, bajo coacción de dos duros del régimen y en sede española? 

Capote de González a Albares

Para la oposición conservadora española y parte de la disidencia venezolana, la foto en la que aparece el embajador español como testigo de un acto tan humillante como el que padeció González es una ignominia. Tras conocerse, el pasado miércoles, se dispararon las especulaciones sobre hasta qué punto participaron Albares o Santos en el plan. Y surgieron dudas sobre si había mentido el ministro cuando dijo que no había habido negociación alguna con el régimen de Maduro para sacar a González, primero; y luego que no había habido contrapartida del Gobierno español.

Los populares siguen considerando una ignominia que los hermanos Rodríguez operaran en “suelo” español para coaccionar al que consideran presidente legítimo del país. Y que España se haya enterado de la realidad por sorpresa y por decisión de Caracas. «El Gobierno español ha mentido», dijo Alberto Núñez Feijóo este jueves. La prueba era la foto. Pidió la dimisión de Albares. “La diplomacia española, pilar esencial de la diplomacia europea en Iberoamérica, no puede estar al servicio de un régimen dictatorial”.

Tanto el ministro como el propio Edmundo González han aclarado que España no coaccionó en ningún momento al opositor para que firmara el documento. Albares dice que no se participó en la elaboración y redacción del documento. Que Santos tenía orden estricta de no injerencia, y que la cumplió. La tarea era tan solo crear un espacio seguro donde el disidente y su mujer estuvieran a salvo para tomar las decisiones que consideraran oportunas. 

“No he sido coaccionado ni por el Gobierno de España ni por el embajador español en Venezuela, Ramón Santos», dijo González en un comunicado publicado este jueves cerca de la medianoche. Lo lanzó «ante las diversas versiones que circulan respecto a una supuesta coacción por funcionarios del Estado español«.  Se refería a la ofensiva lanzada por el responsable de internacional del Partido Popular, Esteban González Pons, que había dicho que España había participado en una suerte de golpe de Estado, del lado de Maduro, y había coaccionado al opositor. 

Extrañamente, el comunicado no lo ha colgado Edmundo González en sus redes sociales, como ha hecho con otros anteriores, pero su gabinete asegura que es auténtico. Otra incógnita por resolver. 

En una entrevista posterior con Reuters, González va más allá: cree que España debe tener un papel negociador en Venezuela, para conseguir convencer al régimen de Nicolás Maduro de que acepte el resultado de las urnas. Hay tiempo hasta el 10 de enero, fecha de investidura del próximo presidente de Venezuela.

Así, el opositor ha salido al rescate de Albares en una semana muy dura políticamente para el socialista. Ha dejado también al PP en una situación complicada para defender su relato. Albares no ha desaprovechado la ocasión, ha cargado contra la falta de sentido de Estado de los populares y les ha exigido que pidan disculpas por vilipendiar al servicio exterior español. Y se pregunta: ¿qué otra cosa podría hacer España? ¿Dejarle allí, cuando él había pedido salir? La voluntad del disidente, en el centro.

No se violó la sanción de la Unión Europea

Delcy Rodríguez tiene prohibido pisar suelo europeo. La Unión Europea la sancionó por “violar los derechos humanos y de socavar la democracia y el Estado de Derecho en Venezuela». Al entrar en la embajada española, por tanto europea, ¿permitieron Ramón Santos y José Manuel Albares que se violara esa sanción? No. 

“Antiguamente, se hablaba de extraterritorialidad para justificar la inviolabilidad de las Embajadas. Pero la doctrina más moderna ya no dice que sean suelo del país. Son inviolables simplemente porque, en caso contrario no podrían realizar su legación, es decir, su misión. Es el llamado Ne impediatur Legatio”, explica un diplomático en activo. “Da igual que Delcy no pueda entrar en territorio europeo: entró en la residencia del embajador, que como la embajada sigue siendo territorio venezolano, y con la autorización del embajador. Luego no ha habido violación de la embajada ni del suelo europeo”.

Quedan muchas incógnitas por resolver en el caso de Edmundo González y la actuación de Albares y la diplomacia española. El ministro solicitó comparecer en el Congreso para dar explicaciones formales. Lo hará, previsiblemente, el próximo 4 de octubre.

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