lunes, septiembre 23, 2024
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Los tres ingredientes que la reina Isabel II jamás permitía en sus banquetes de Estado

Cuando pensamos en los banquetes reales, es fácil imaginar platos extravagantes y exclusivos, dignos de la realeza. Sin embargo, a pesar del lujo que rodeaba estos eventos, la difunta reina Isabel II era sorprendentemente estricta con los ingredientes permitidos en la mesa. Según reveló Tom Parker-Bowles, hijo de la reina Camila y experto en gastronomía, había tres ingredientes que jamás se permitían en los banquetes organizados por la soberana.

Los mariscos, por ejemplo, estaban completamente prohibidos. ¿La razón? Los riesgos de intoxicación alimentaria que vienen asociados con ellos. La reina Isabel II siempre fue cautelosa con la seguridad alimentaria de sus distinguidos invitados, y los mariscos, por su naturaleza delicada y fácil de contaminarse, nunca hicieron acto de presencia en la mesa real.

Otro ingrediente que no tenía cabida en los festines de Estado era el ajo. Aunque pueda sonar sorprendente, la razón es muy simple: la reina Isabel no quería que los invitados, ni ella misma, se vieran afectados por el fuerte aliento que el ajo deja tras de sí. En un entorno donde la diplomacia y las relaciones públicas eran clave, no cabía espacio para olores desagradables.

Por último, cualquier tipo de comida picante era rechazada de inmediato. La reina prefería ofrecer a sus invitados una experiencia gastronómica que agradara a todos y evitar cualquier tipo de incomodidad. El picante, que puede no ser del agrado de todos, era considerado un riesgo innecesario en este tipo de eventos formales.

Según Parker-Bowles, los menús no sólo se diseñaban con esmero, sino que se basaban en las preferencias y necesidades de los invitados, demostrando la asombrosa capacidad de memoria de la reina Isabel II. Sabía perfectamente lo que cada invitado había disfrutado en sus visitas anteriores y personalizaba los menús en función de ello, siempre añadiendo un toque especial.

Los ingredientes de temporada eran fundamentales, y siempre que era posible, los productos se obtenían directamente de las propiedades reales. Cada plato era cuidadosamente pensado para mantener un equilibrio entre el lujo y la tradición, sin dejar de lado la importancia de que todos los asistentes terminaran satisfechos.

Estos detalles revelan cómo la difunta reina manejaba la diplomacia en la mesa con la misma precisión que en otros aspectos de su reinado. Aunque los tiempos hayan cambiado y los menús reales puedan haber evolucionado, hay algo que siempre fue cierto durante el reinado de Isabel II: nadie salía con hambre de la mesa real.

Los banquetes no eran simplemente una oportunidad para comer, sino un arte diplomático en su máxima expresión. Todo, desde la selección de ingredientes hasta el servicio, estaba coreografiado para asegurar que los invitados se sintieran valorados y apreciados, y la reina Isabel II era una maestra en este aspecto.

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